Doctor en Veterinaria, por josé Manuel Etxaniz - Jueves, 10 de Enero de 2013 Noticias de Gipuzkoan argitaratuta.
EN 1787 entró en funcionamiento el
Real Aprisco de Rambouillet, situado en tal localidad francesa cercana a
París. Su finalidad era servir de alojamiento a ejemplares de razas
seleccionadas de las diferentes especies domésticas, que sirvieran para
mejorar las razas autóctonas francesas. En lo concerniente al ganado
ovino, se estimó de interés disponer de un lote de ovejas merinas por su
elevada producción de lana extrafina, utilizada para la fabricación de
diversas prendas de lencería de la máxima calidad, pero la exportación
de ovejas merinas estaba prohibida en la España del siglo XVIII por ser
considerada un bien estratégico y su contrabando, penado con la muerte.
Para salvar esta dificultad, el rey francés Luis XVI solicitó como favor
excepcional a su primo, el rey español Carlos III, una autorización
especial para comprar un rebaño de reproductores merinos para el
mencionado Centro Experimental y el ilustrado Carlos III accedió.
Para la selección y compra se comisionó al prestigioso
veterinario francés François Hilaire Gilbert, que se desplazó a España,
estableciendo su base operativa en la localidad segoviana de Sigueruelo.
El 15 de junio de 1786 parten el mayoral Andrés Gil Hernanz apoyado por
cuatro pastores, todos de la misma localidad, con catorce mulas, tres
perros y el correspondiente equipaje, acompañando a 334 ovejas y 42
carneros. Acceden a Francia por Roncesvalles. El rebaño atravesará
después Burdeos, las regiones del Perigord, Lemosín, la Sologne, la
Beauce, en el suroeste de París, llegando el 12 de octubre de 1786 a
Rambouillet. Más de 2.000 kilómetros, con muy pocas bajas, a pesar de
que la travesía de los Pirineos navarros se complicó al haberse
adelantado las primeras nieves, dificultando la alimentación del ganado.
El 14 de julio de 1789, con el asalto a la Bastilla se inicia
la Revolución francesa y el monarca Luis XVI pierde la cabeza. Se
suceden años convulsos en la historia del país vecino pero nuestro
veterinario continúa siendo un asesor de confianza en asuntos ligados a
la ganadería e inspira una de las tres cláusulas secretas del Tratado de
Basilea, firmado el 22 de julio de 1795, que ponía fin a la Guerra de
la Convención. La primera estipulaba que, a cambio de la liberación de
40 prisioneros guipuzcoanos, España "cedería" a Francia 150 yeguas y 50
caballos sementales de Andalucía y mil ovejas y cien carneros merinos
anualmente, durante cinco años. Por la segunda el Gobierno español
accedía a no perseguir a los guipuzcoanos "afrancesados" y en la última
se acordaba la liberación de la hija de Luis XVI, María Teresa,
encarcelada en la parisina Torre del Temple.
Esos presos eran personajes principales, detenidos a modo de
rehenes, que habían sido engañados por el general Adrien de Moncey,
ofreciéndoles la independencia de Gipuzkoa a cambio de su colaboración,
según relata Manuel Godoy en sus Memorias del Príncipe de la Paz.
Otros autores hablan del respeto a la foralidad. Los galos obtuvieron
la colaboración solicitada y los franceses se presentaron en Miranda de
Ebro sin disparar un tiro pero, el 26 de agosto de 1794, al reclamar el
alcalde donostiarra Juan José Vicente Michelena al comisionado de
Napoleón Salbert Pinet que cumpliera con su parte, en lugar de declarar
la prometida república guipuzcoana, anunció la sumisión total de
Gipuzkoa a Francia, que pasaba a ser una provincia francesa y el
encarcelamiento del alcalde y el resto de notables.
Volviendo al veterinario Gilbert, comisionado por el
Directorio, participó en 1798 en la requisa del ganado conforme a lo
establecido. Falleció por malaria en Sigueruelo, donde reposan sus
restos, el 7 de setiembre de 1800. Una placa en la plaza del pueblo le
recuerda.
Con el tiempo, aquellas merinas castellanas, adaptadas al
nuevo medio, darían origen a la variedad Rambouillet que luego se
exportaría masivamente al sur de Estados Unidos, México y Uruguay,
orientadas hacia la producción de lana y carne. ¡Cosas de la genética!
Para algunos autores, aquella traición donostiarra a la unidad
del Reino es la que motivaría, veinte años más tarde, al general
Castaños a dar la orden a las tropas anglo-portuguesas que nos
"liberaron" de la destrucción total de Donostia y sus vecinos, el 31 de
agosto de 1813, a diferencia de lo que ocurriera en otras ciudades como
Vitoria, donde el comportamiento con las personas e inmuebles fue más
respetuoso.
No contaba el Duque de Bailén con el espíritu emprendedor de
los donostiarras, que en su refugio de Zubieta les impulsaría a resurgir
de las cenizas y crear una ciudad moderna. Un ejemplo para las nuevas
generaciones en momentos de adversidad como los actuales.
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